miércoles, 20 de noviembre de 2013

Conductor de una guagua...



Un día, de hace muchos años, un chófer en una guagua avanza por las tortuosas carreteras desde Las Palmas, por Teror, hasta Artenara. En Los Molinas, aquí en el barrio de Lanzarote, se detiene a fumarse un cigarrillo Lark y tomar café en el Bar de Clotildita; como siempre, Manolín, tras dejar la caja de madera con la comida de su padre en la guagua, le coge el periódico de Antoñito el cobrador y lo hojea.


Arranca la guagua rumbo a la cumbre, por Cueva Corcho hasta los Pinos de Gáldar. Debido a la intensa bruma, no queda otra que guiarse por los malecones de la orilla de la carretera. A punto de doblar una curva y tras tocar la pita, aparece un camión que baja de la cumbre cargado hasta los topes de pinocha, toca arrimarse, prosigue la marcha...


Salvador, un hombre sin estudios, hijo de Salvador, un maquinista de pozos de Telde y de Francisca, una auxiliar de enfermería de Ingenio, amaba el conducir y las carreteras con intensa pasión.


Comenzó a trabajar desde la más tierna infancia, en aquellos tristes años de la posguerra, como chico para todo en varias fincas y cortijos de Fontanales; recordaba con entusiasmo lo bien que lo trataron en casa de Tomasito García en el Lomo El Marco, me daba la tabarra hablando de Aguidita Lantigua, Germán, Gonzalo, Lucía…


Unos años más tarde, se trasladó a Fuerteventura, donde su padre estaba ocupado como mecánico en el antiguo aeropuerto de Los Estancos. Allí Borillo, como todos los jóvenes de su edad, aparte de trabajar, jugaba a la pelota en una gavia desocupada, tocaba la guitarra y cantaba, los sábados iba al baile y tuvo sus primeros amoríos…


Aconsejado por Severinita se fue a hacer la mili voluntario a la aviación a Gando. Es estando de permiso, por el mes de septiembre del 59, en casa de su tío Pancho, en la finca de la Cordillera de El Zumacal, cuando pone sus aceitunados ojos en una muchachilla empezando a salir, que vivía justamente enfrente …Antonia, más conocida por los vecinos, por Tona.


Allá mi buen hombre, el día de Las Marías en Teror ve a tan linda muchacha e intenta hablar con ella…Transcurridos dos años de estar “hablando”, se casaron a mediados de noviembre del 61.


En octubre del año siguiente, nació Manolín, quien les narra, a los tres años Marcos, luego Bernardo, Juana, Rosa, Miguel…y Eloy, que se adelantó una mañana del lunes 9 de marzo del 2009, para ir abriéndonos el camino.


Con los años, éstos hijos tuvieron sus parejas y de dichas uniones nacieron los nietos; Africa, Zebensuí, Nabila y Eduardo.


Conocía las carreteras, caminos y andurriales de Gran Canaria como ninguno, no tenía miedo en adentrarse con el coche en ningún lugar, si se le rompía el medio de transporte que llevaba, no se acoquinaba, se arremangaba la camisa, levantaba el capó del coche, tiraba un saco debajo del mismo, trancaba cuatro llaves, un alicate y un destornillador y lo hacía andar, sí o sí…¡a cabezón no había quien le ganara!


Recuerdo un día, a título de anécdota, aquí detrás en la finca de la Hoya del Prado, se empeñó al ayudarme a enyugar las vacas, para echar millo a punta de reja, en ponérmelas cambiadas…por más que le decía que eran camelleras, el que sí y servidor no menos cojonudo que él, que no…al final tuve que ceder…en la segunda besana, si no corto las coyundas por los frontiles, nos hubiéramos riscado junto con la yunta a la boca del tanque que estaba justamente al lado …por supuesto que se volvieron a enyugar después de empatar las coyundas, pero eso sí, como el gañán decía…



Cuando hace algunos años Salvador, comenzó a conducir entre las brumas de su enfermedad, a veces hacía sonar la pita de la memoria y mirándome decía: “¡Oiga señor!, yo tengo un chiquillo, como usted, en Fuerteventura…”


La última vez, le dijo a aquel chiquillo: “Tengo muchas cosas en la cabeza y quiero que usted las escriba…”…cuando le animé a que me contara, solo pronunció cuatro palabras: “Conductor de una guagua…” y siguió conduciendo entre sus brumas…


Salvador murió a los 72 años el pasado día 20 de enero, le sobreviven parte de su familia y los recuerdos. Era un hombre de la carretera…era mi viejo…era mi padre.


Viejo, desde la muy soleada y tranquila Isla de Fuerteventura, Recibe un fuerte abrazo y mis acostumbrados miles de Besitos.




(Texto leído en la misa córpore insepulto el 21 de enero...)

2 comentarios:

  1. De vez en cuando me paso a releer el texto...cómo pasa el tiempo! Besos.

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