sábado, 29 de octubre de 2011

Los Ángeles de la muerte...


Alas abiertas, alas replegadas; algunos están posados en lo alto de las cúpulas que se recortan contra la luz del atardecer, reyes de domos y de bóvedas; otros se entrelazan con guirnaldas de acanto en muros de mármol, encarcelados en frisos y molduras; otros se desmoronan con el cemento carcomido por la humedad y el verdín, por el tiempo.

Los hay con trompetas resonantes de silencio, con espadas ensangrentadas de moho, con cruces gamadas, con cruces flordelisadas, con cruces griegas, con cruces latinas, con cruces patriarcales. Sus gestos son ya bondadosos, ya severos, ya modestos, ya grandilocuentes; ya protectores, ya amenazantes… o casi amenazantes.

Hay ángeles niños y ángeles púberes y ángeles adolescentes y hasta algunos (pocos) ángeles jóvenes; no hay ángeles viejos. Cabe suponer o imaginar que los ángeles mueren cuando los alcanza la primera madurez.

Aunque los sabios sostienen que son asexuados, nadie acepta del todo esa afirmación. Todos parecen masculinos. Efébicos y ambiguos pero decididamente masculinos, no cabe duda. Jehová no se rodearía de doncellas, esas son cosas de Alá. Todos los ángeles son lampiños.

Los gorriones y las palomas no les temen: anidan a sus pies. Y dejan en sus túnicas, en sus alas y a veces en sus rostros, blancas deyecciones que terminan por integrarse y formar parte de túnicas, alas y rostros.

Los chicos que escapan de la mano de sus padres persiguiendo un globo suelen toparse con ellos de repente. Entonces retroceden, sin miedo pero con una cierta desconfianza. Estos ángeles no se parecen a los del pesebre navideño ni a los de las estampitas de bautismo o de comunión. Son diferentes aunque sean los mismos. Se diría que han crecido.

Las visitantes enlutadas los aman con olor a espliego y a virginidad guardada para el otro mundo, donde seguirán guardándola. Las viudas los miran con una inexplicable nostalgia.

Cuando entra un cortejo fúnebre, los dolientes suelen interrogarlos con los ojos. El porqué y el para qué de la vida constituyen el núcleo de esos interrogantes. Otros no interrogan: expresan. Expresan admiración o desprecio por motivos estéticos, que son obras de arte, que son mamarrachos insignes de las pompas fúnebres escultóricas.

Los únicos que parecen no advertir su presencia son los enamorados. Sí, a la hora en que se pone el sol, aquel que sepa observar podrá advertir, en cualquier recodo de cualquier sendero de la Recoleta, junto a una cripta semiabandonada o un panteón umbrío, esa pareja que se confunde en el beso de la vida. Los ángeles devuelven indiferencia con indiferencia; saben que al fin y al cabo el beso de la vida cede ante el beso único y definitivo de la muerte.

Hacia el ocaso, cuando entre los empinados cipreses la algarabía de los pájaros es más resignada que alegre, cuando las nubes del horizonte cambian de forma según el viento y de color según va bajando el sol, los vivos empiezan a retirarse del cementerio. Poco a poco los ángeles se dejan envolver por la oscuridad, desaparecen en ella. ¿Duermen? ¿Olvidan su vigilancia?

No. Se transforman. Nadie lo sabe, nadie lo sospecha siquiera. Pero la verdad mágica es que sólo dejan sus siluetas, por si la luz de la luna los delata, y se corporizan en seres sin alas fuera del cementerio. En los alrededores, sí, pero fuera de él.

Nadie lo sabe, nadie lo sospecha siquiera. Si durante el día los ángeles permanecen inmóviles, detenidos en posiciones hieráticas en las tumbas de la Recoleta, durante la noche escapan a una movilidad incesante.

No necesitan halos porque tienen las luces de neón rojas, verdes, azules y amarillas; no necesitan coros celestiales porque tienen la estridencia y el ritmo de la música disco, no necesitan la contemplación mística de la divinidad para ser felices, porque para ser felices tienen la droga que los conduce a la mística contemplación de la ausencia.

De día son los ángeles de la muerte. De noche también…




Señores, hasta más ver que son señas de volver…


Desde

la

muy

soleada

y

tranquila

isla

de

Maxorata

reciban

un

fuerte

abrazo

y

mis

acostumbrados


B

E

S

I

T

O

S




Post scriptum: Casi todas mis actualizaciones, son selecciones recogidas de información en periódicos, revistas, libros, Internet y correos electrónicos que me envían mis amistades (los cuales agradezco mucho). Nunca ha sido mi intención suplantar artículos de ningún autor haciéndolos como si fuesen míos, al contrario, mi propósito y prioridad es el de contribuir de alguna forma a que hechos curiosos de la historia, anécdotas, artículos o escritos, sean ampliamente conocidos, este es un espacio de expresión respetuosa, no se aceptarán comentarios ofensivos, discriminatorios o que atenten contra las personas. Servidor no se hace responsable del contenido de los comentarios. Por favor no utilizar mayúsculas. Con esto creo dar contesta a varios comentarios y preguntas hechas al respecto.