domingo, 9 de marzo de 2014

Hoy hace 5 años

Hola Eloy. Ya ves que rápida pasa la vida, casi sin darnos cuenta hoy hace cinco años que te fuiste de nuestro lado. Cinco años con sus vaivenes a veces felices y otras veces tristes, pero en cada una de esas sacudidas siempre te tenemos presente, siempre recordamos tú sonrisa, positividad y alegría... es imposible que no estés en cada una de las cosas que nos ocurre cuando te llevamos tan dentro del corazón.

Estamos muy agradecidos por la legión de amigos que tenemos detrás que nos apoyan, quieren y se preocupan cada día. Con sus llamadas, con sus mensajes, alentándonos y animándonos a cada momento. Es imposible decaer cuando tienes a esta inmensa cantidad de amigos y a toda tú familia detrás jaleandote y mandándote toda esa energía. Somos afortunados por eso Eloy, muy afortunados por tener a tantísima gente que nos quiere.

Es imposible olvidar a un ángel hermano. Y tu fuiste un ángel, mi ángel, nuestro ángel, que volaste hace hoy hace cinco años al lugar que te correspondía, el cielo y desde allí guardas y nos das fuerzas para cada uno de los sinsabores que nos da la vida y a la vez para reconocer también todas esas maravillosas cosas que nos ofrece.

La lección que nos diste en vida aún no la olvidamos y nunca la olvidaremos, porque tu ejemplo de amor a los demás, de sensibilidad, de altruismo y felicidad quedaron grabadas a fuego en cada una de las personas que te conocimos.

Tengo que dejarlo aquí hermano, no quiero ponerme triste y la sensibilidad emocional ya empiezo a notarlo en mis dedos. Quiero que sepas que he prometido no caer, quiero seguir siendo una roca, un junco que se mueve pero no se tumba. Porque la vida me ha dado muchas cosas maravillosas que no me permiten caer y porque sé que aunque la pena muchas veces me embarga, tengo mil y un motivos para sentirme feliz.

Bueno Eloy.... te quiero mucho, sabes que sigo llevándote en mi corazón, sigo acordándome a cada minuto de ti y se que mi aliento es tu aliento. Así que espero que sigas empujándome cada día para seguir transmitiendo todo lo bueno que la vida me ha concedido.

Desde la muy soleada y tranquila isla de Fuerteventura, recibe un fuerte abrazo y mis acostumbrados Besitos allí donde estés, que para mi es el Cielo.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Conductor de una guagua...



Un día, de hace muchos años, un chófer en una guagua avanza por las tortuosas carreteras desde Las Palmas, por Teror, hasta Artenara. En Los Molinas, aquí en el barrio de Lanzarote, se detiene a fumarse un cigarrillo Lark y tomar café en el Bar de Clotildita; como siempre, Manolín, tras dejar la caja de madera con la comida de su padre en la guagua, le coge el periódico de Antoñito el cobrador y lo hojea.


Arranca la guagua rumbo a la cumbre, por Cueva Corcho hasta los Pinos de Gáldar. Debido a la intensa bruma, no queda otra que guiarse por los malecones de la orilla de la carretera. A punto de doblar una curva y tras tocar la pita, aparece un camión que baja de la cumbre cargado hasta los topes de pinocha, toca arrimarse, prosigue la marcha...


Salvador, un hombre sin estudios, hijo de Salvador, un maquinista de pozos de Telde y de Francisca, una auxiliar de enfermería de Ingenio, amaba el conducir y las carreteras con intensa pasión.


Comenzó a trabajar desde la más tierna infancia, en aquellos tristes años de la posguerra, como chico para todo en varias fincas y cortijos de Fontanales; recordaba con entusiasmo lo bien que lo trataron en casa de Tomasito García en el Lomo El Marco, me daba la tabarra hablando de Aguidita Lantigua, Germán, Gonzalo, Lucía…


Unos años más tarde, se trasladó a Fuerteventura, donde su padre estaba ocupado como mecánico en el antiguo aeropuerto de Los Estancos. Allí Borillo, como todos los jóvenes de su edad, aparte de trabajar, jugaba a la pelota en una gavia desocupada, tocaba la guitarra y cantaba, los sábados iba al baile y tuvo sus primeros amoríos…


Aconsejado por Severinita se fue a hacer la mili voluntario a la aviación a Gando. Es estando de permiso, por el mes de septiembre del 59, en casa de su tío Pancho, en la finca de la Cordillera de El Zumacal, cuando pone sus aceitunados ojos en una muchachilla empezando a salir, que vivía justamente enfrente …Antonia, más conocida por los vecinos, por Tona.


Allá mi buen hombre, el día de Las Marías en Teror ve a tan linda muchacha e intenta hablar con ella…Transcurridos dos años de estar “hablando”, se casaron a mediados de noviembre del 61.


En octubre del año siguiente, nació Manolín, quien les narra, a los tres años Marcos, luego Bernardo, Juana, Rosa, Miguel…y Eloy, que se adelantó una mañana del lunes 9 de marzo del 2009, para ir abriéndonos el camino.


Con los años, éstos hijos tuvieron sus parejas y de dichas uniones nacieron los nietos; Africa, Zebensuí, Nabila y Eduardo.


Conocía las carreteras, caminos y andurriales de Gran Canaria como ninguno, no tenía miedo en adentrarse con el coche en ningún lugar, si se le rompía el medio de transporte que llevaba, no se acoquinaba, se arremangaba la camisa, levantaba el capó del coche, tiraba un saco debajo del mismo, trancaba cuatro llaves, un alicate y un destornillador y lo hacía andar, sí o sí…¡a cabezón no había quien le ganara!


Recuerdo un día, a título de anécdota, aquí detrás en la finca de la Hoya del Prado, se empeñó al ayudarme a enyugar las vacas, para echar millo a punta de reja, en ponérmelas cambiadas…por más que le decía que eran camelleras, el que sí y servidor no menos cojonudo que él, que no…al final tuve que ceder…en la segunda besana, si no corto las coyundas por los frontiles, nos hubiéramos riscado junto con la yunta a la boca del tanque que estaba justamente al lado …por supuesto que se volvieron a enyugar después de empatar las coyundas, pero eso sí, como el gañán decía…



Cuando hace algunos años Salvador, comenzó a conducir entre las brumas de su enfermedad, a veces hacía sonar la pita de la memoria y mirándome decía: “¡Oiga señor!, yo tengo un chiquillo, como usted, en Fuerteventura…”


La última vez, le dijo a aquel chiquillo: “Tengo muchas cosas en la cabeza y quiero que usted las escriba…”…cuando le animé a que me contara, solo pronunció cuatro palabras: “Conductor de una guagua…” y siguió conduciendo entre sus brumas…


Salvador murió a los 72 años el pasado día 20 de enero, le sobreviven parte de su familia y los recuerdos. Era un hombre de la carretera…era mi viejo…era mi padre.


Viejo, desde la muy soleada y tranquila Isla de Fuerteventura, Recibe un fuerte abrazo y mis acostumbrados miles de Besitos.




(Texto leído en la misa córpore insepulto el 21 de enero...)

sábado, 29 de octubre de 2011

Los Ángeles de la muerte...


Alas abiertas, alas replegadas; algunos están posados en lo alto de las cúpulas que se recortan contra la luz del atardecer, reyes de domos y de bóvedas; otros se entrelazan con guirnaldas de acanto en muros de mármol, encarcelados en frisos y molduras; otros se desmoronan con el cemento carcomido por la humedad y el verdín, por el tiempo.

Los hay con trompetas resonantes de silencio, con espadas ensangrentadas de moho, con cruces gamadas, con cruces flordelisadas, con cruces griegas, con cruces latinas, con cruces patriarcales. Sus gestos son ya bondadosos, ya severos, ya modestos, ya grandilocuentes; ya protectores, ya amenazantes… o casi amenazantes.

Hay ángeles niños y ángeles púberes y ángeles adolescentes y hasta algunos (pocos) ángeles jóvenes; no hay ángeles viejos. Cabe suponer o imaginar que los ángeles mueren cuando los alcanza la primera madurez.

Aunque los sabios sostienen que son asexuados, nadie acepta del todo esa afirmación. Todos parecen masculinos. Efébicos y ambiguos pero decididamente masculinos, no cabe duda. Jehová no se rodearía de doncellas, esas son cosas de Alá. Todos los ángeles son lampiños.

Los gorriones y las palomas no les temen: anidan a sus pies. Y dejan en sus túnicas, en sus alas y a veces en sus rostros, blancas deyecciones que terminan por integrarse y formar parte de túnicas, alas y rostros.

Los chicos que escapan de la mano de sus padres persiguiendo un globo suelen toparse con ellos de repente. Entonces retroceden, sin miedo pero con una cierta desconfianza. Estos ángeles no se parecen a los del pesebre navideño ni a los de las estampitas de bautismo o de comunión. Son diferentes aunque sean los mismos. Se diría que han crecido.

Las visitantes enlutadas los aman con olor a espliego y a virginidad guardada para el otro mundo, donde seguirán guardándola. Las viudas los miran con una inexplicable nostalgia.

Cuando entra un cortejo fúnebre, los dolientes suelen interrogarlos con los ojos. El porqué y el para qué de la vida constituyen el núcleo de esos interrogantes. Otros no interrogan: expresan. Expresan admiración o desprecio por motivos estéticos, que son obras de arte, que son mamarrachos insignes de las pompas fúnebres escultóricas.

Los únicos que parecen no advertir su presencia son los enamorados. Sí, a la hora en que se pone el sol, aquel que sepa observar podrá advertir, en cualquier recodo de cualquier sendero de la Recoleta, junto a una cripta semiabandonada o un panteón umbrío, esa pareja que se confunde en el beso de la vida. Los ángeles devuelven indiferencia con indiferencia; saben que al fin y al cabo el beso de la vida cede ante el beso único y definitivo de la muerte.

Hacia el ocaso, cuando entre los empinados cipreses la algarabía de los pájaros es más resignada que alegre, cuando las nubes del horizonte cambian de forma según el viento y de color según va bajando el sol, los vivos empiezan a retirarse del cementerio. Poco a poco los ángeles se dejan envolver por la oscuridad, desaparecen en ella. ¿Duermen? ¿Olvidan su vigilancia?

No. Se transforman. Nadie lo sabe, nadie lo sospecha siquiera. Pero la verdad mágica es que sólo dejan sus siluetas, por si la luz de la luna los delata, y se corporizan en seres sin alas fuera del cementerio. En los alrededores, sí, pero fuera de él.

Nadie lo sabe, nadie lo sospecha siquiera. Si durante el día los ángeles permanecen inmóviles, detenidos en posiciones hieráticas en las tumbas de la Recoleta, durante la noche escapan a una movilidad incesante.

No necesitan halos porque tienen las luces de neón rojas, verdes, azules y amarillas; no necesitan coros celestiales porque tienen la estridencia y el ritmo de la música disco, no necesitan la contemplación mística de la divinidad para ser felices, porque para ser felices tienen la droga que los conduce a la mística contemplación de la ausencia.

De día son los ángeles de la muerte. De noche también…




Señores, hasta más ver que son señas de volver…


Desde

la

muy

soleada

y

tranquila

isla

de

Maxorata

reciban

un

fuerte

abrazo

y

mis

acostumbrados


B

E

S

I

T

O

S




Post scriptum: Casi todas mis actualizaciones, son selecciones recogidas de información en periódicos, revistas, libros, Internet y correos electrónicos que me envían mis amistades (los cuales agradezco mucho). Nunca ha sido mi intención suplantar artículos de ningún autor haciéndolos como si fuesen míos, al contrario, mi propósito y prioridad es el de contribuir de alguna forma a que hechos curiosos de la historia, anécdotas, artículos o escritos, sean ampliamente conocidos, este es un espacio de expresión respetuosa, no se aceptarán comentarios ofensivos, discriminatorios o que atenten contra las personas. Servidor no se hace responsable del contenido de los comentarios. Por favor no utilizar mayúsculas. Con esto creo dar contesta a varios comentarios y preguntas hechas al respecto.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Llover sobre mojado

La que cayó sobre Tenerife, con especial virulencia sobre el área metropolitana de la isla, no sorprendió demasiado a los habitantes de esa zona del territorio tinerfeño. La tristemente famosa riada, al igual que el destructivo Delta, no se retiran fácilmente de la memoria de aquellos que sufrieron sus consecuencias. La tormenta que antes de ayer todavía dejaba notar sus efectos, esta vez en forma de fuertes vientos, no ha hecho sino recordar aquellas aciagas jornadas.

En Tenerife el día dos fue festivo, la Virgen de Candelaria, y las familias no tuvieron ningún problema a la hora de afrontar una jornada sin clases. Padres e hijos pudieron disfrutar de una jornada hogareña, casi obligada por las recomendaciones de las autoridades de no salir de casa salvo caso de necesidad.

Pero la isla, y en especial el área metropolitana, durmió con un ojo cerrado y otro abierto después de los acontecimientos de la tarde, durante la que los litros y litros de agua descargados por las nubes corrían por las calles y carreteras causando los lógicos estragos mientras el importante aparato eléctrico de la tormenta no dejaba de hacerse notar.

Las lluvias fueron más persistentes y caudalosas en la ciudad de La Laguna, acostumbrada a inviernos en los que el agua está muy presente. Pero fue Santa Cruz de Tenerife la que pagó en mayor medida el pato. Los litros y litros de agua que cayeron sobre Santa Cruz antes de desembocar en el mar.

La diferencia de altitud sobre el nivel del mar entre ambas ciudades es tan acusada –sólo hay que trasladarse de una a otra por la autopista o por la carretera general para comprenderlo- que a Santa Cruz no le ha quedado más remedio que convertirse en el sumidero de las aguas que se precipitan cuesta abajo, a toda velocidad, desde La Laguna.

El macizo de Anaga es otra especie de presa que, cuando la tierra pierde la capacidad de absorber más agua de lluvia, se desborda y vierte sobre el otro extremo de la ciudad.

Precisamente el macizo de Anaga es una de las localizaciones más problemáticas cuando se producen este tipo de sucesos. La naturaleza del municipio de Santa Cruz es muy curiosa ya que, junto a un área estrictamente urbana de carácter administrativo que compite como capital de Canarias y como segunda ciudad por número de habitantes del Archipiélago tras Las Palmas de Gran Canaria, conviven pequeños núcleos de población rústicas insertados en el macizo de Anaga que nada tienen que ver en cuanto a la calidad de sus servicios con el área metropolitana. Fue esta zona la que durante horas quedó aislada y la que sin duda presentaría más dificultades para los medios de Protección Civil en el caso de tener que intervenir. Por suerte no ocurrió nada grave.

Las administraciones hicieron parte de lo necesario en cuanto adecuación de los barrancos para permitir al agua seguir su curso natural hasta el mar a consecuencia de las experiencias de la riada y del Delta. Seguramente en igual o parecida medida que los ciudadanos realizaron los cambios oportunos tras comprobar cuáles eran los puntos débiles de sus viviendas ante este tipo de acontecimientos.

Fue el tranvía tinerfeño, seguramente diseñado para soportar las lluvias de dimensión estándar, el que pagó la novatada de este nuevo tipo de precipitaciones, muy caudalosas en un corto espacio de tiempo, que nadie tenía programadas hace unos años salvo, tal vez, los teóricos del cambio climático.

C. M.



Señores, hasta más ver que son señas de volver…







Desde

la

muy

soleada

y

tranquila

isla

de

Maxorata

reciban

un

fuerte

abrazo

y

mis

acostumbrados


B

E

S

I

T

O

S






Post scriptum: Casi todas mis actualizaciones, son selecciones recogidas de información en periódicos, revistas, libros, Internet y correos electrónicos que me envían mis amistades (los cuales agradezco mucho). Nunca ha sido mi intención suplantar artículos de ningún autor haciéndolos como si fuesen míos, al contrario, mi propósito y prioridad es el de contribuir de alguna forma a que hechos curiosos de la historia, anécdotas, artículos o escritos, sean ampliamente conocidos, ello no quiere decir que este de acuerdo con los mismos, tan solo lo hago para ver que opinan del mismo. Con esto creo dar contesta a varios comentarios y preguntas hechas al respecto.

miércoles, 8 de abril de 2009

"No puedes cambiar nuestras vidas en un día, pero si su dirección"

Leemos sobre la muerte, la vemos en el cine y en la televisión, mueren a nuestro alrededor vecinos, amigos, parientes, pero seguimos sin pensar en ella, hasta que como en ésta semana nos toca tan de cerca.

Nadie nos prepara para la muerte de nuestros seres queridos. ¿Cómo prepararnos para esto?

Aunque las circunstancias o causas de la muerte y el tipo de vínculo que nos une a esa persona, son diferentes, nunca se está dispuesto a aceptarlo.

Cuando alguien se va de nuestro lado de golpe, seguimos recordando sus sonrisas, palabras y besos, y tratamos de entender, el por qué de su muerte.

Creemos que es injusto, tenemos dudas sobre la fe, perdemos la esperanza y sueños que tanto anhelábamos.

A menudo, se tiene la extraña sensación, que quien ha desaparecido va a cruzar la puerta de casa, para volver a abrazarnos, hablarnos…

Quienes han vivido pérdidas de seres cercanos y muy queridos, saben que sólo se puede sentir dolor, y dentro del alma, no hay hueco para nada más.

El dolor es tan profundo, tan desgarrador, que no deja espacio, para ningún otro sentimiento. Si es cierto que antes o después de la muerte aparece la culpa: culpa por no haber hecho lo suficiente, por no haber sido más cariñosos, por haber discutido en el pasado, por seguir vivos. Es tan difícil decir adiós.

Nosotros estamos pasando, unos días duros, tras la muerte de Hermo Eloy, persona buena y bondadosa, especial para todo diría Antonia, su madre.

Todavía nos cuesta levantarnos por las mañanas y ver la cruda realidad de su ausencia, dejó un vacío tremendo en nuestras vidas. Sus recuerdos los tenemos grabados en nuestras almas.

A veces sentimos que él, está a nuestro lado ayudándonos, a luchar con coraje, a seguir adelante, empujándonos con fuerza hacia arriba, dándonos ánimos desde el otro lado.

Anoche, miré al Cielo, me fijé en la estrella más brillante y pienso, que él, nos está acompañando.

Sigo notando su presencia, ahora admito que murió, pero sé que está junto a nosotros regateando detrás de un balón por los pasillos, entre los bancos de esta iglesia, y lo estará en los momentos más difíciles de nuestras vidas.

El dolor es inevitable, nos añurgamos, lo único que se puede hacer es comprender que el tiempo curará de verdad la herida, aunque nunca te olvidaremos.

Estas experiencias tan fuertes y dolorosas nos ayudan a valorar más la propia existencia. Debemos darnos cuenta y comprender que somos humanos y la muerte no es el fin.

Es cierto, que siempre la muerte, ha sido un tema tabú en nuestra sociedad, no nos enseñan desde niño a aceptarla como un proceso normal de transformación.

Nuestra alma y energía, perduran más allá de la muerte, estamos tan solo de paso, por eso es mejor aprender de esta experiencia…

Desde

la

muy

soleada

y

tranquila

isla

de

Fuerteventura

recibe

mis

fuertes

abrazos

y

mis

acostumbrados

B

E

S

I

T

O

S

Hermo Eloy.


Post scriptum: Texto leído el viernes 13 de Marzo en la misa-funeral.